Brigit es la Diosa celta irlandesa que da nombre a este
Templo. Aunque no es una Diosa de la tradición correlliana sino que es una
Divinidad celta, desde hace años es nuestra patrona y guía nuestros pasos en
esta senda, iluminándonos con su luz y avivando nuestro fuego interior cuando
es necesario.
Se dice de ella que es la hija de Dagda, uno de los principales
dioses de la mitología irlandesa y miembro de los míticos Tuatha De Danann
(hijos de la Diosa Danu). Algunas teogonías la consideran hija de éste con
Morrigan, pues comparte alguno de los rasgos de esta última, especialmente en
su faceta guerrera. Brigit es una que son tres, un concepto un poco difícil de
entender hoy día, pero que era explicado por los antiguos celtas mediante el
hecho de que Brigit tenía dos hermanas también llamadas Brigit. Esto implica
que las tres son la misma, aunque cada una tenga especialidades diferentes y
caracteres distintos, pero resulta natural cuando se observa la cantidad de
títulos y poderes que se le atribuyen.
Principalmente es una divinidad del fuego, aunque en algunos
aspectos se encuentra emparentada con la británica Brigantia (Diosa de los
manantiales curativos) y mantiene ese aspecto como uno de sus más
característicos, aunque hay que hacer notar que no se trata de la misma
divinidad. Su fuego también es triple: el fuego sanador, el fuego de la forja y
la chispa de la inspiración. Brigit es la patrona de los bardos y cuida de
todas las artes, especialmente de las artes de la palabra y la poesía, así como
también cuida de los músicos, y por ello las maldiciones cantadas que se
componían inspiradas por ella resultaban letales. Como fuego de la forja,
templa al guerrero y lo hace resistente ante las adversidades, además de ser
una fiera guerrera y una enemiga honorable pero implacable en la batalla: es
por ello que resulta una divinidad protectora muy potente, pues sus hijos y
devotos no tienen nada que temer con una guerrera tan formidable a su lado.
Como fuego sanador, es capaz de curar todas las heridas y de hacernos encontrar
la chispa perdida en nuestro cuerpo y en nuestra alma, aunque como todo fuego,
siempre quema.
Entre sus otras atribuciones se encuentra la de ser la Diosa
de la diplomacia, pues mediante su matrimonio con Bres de los fomorianos se
consigue unir a esta tribu con los Tuatha Dé mediante una alianza por
matrimonio. También inventó el arte de la plañidera, al llorar por la muerte de
su hijo Ruadán en batalla. Por esto, es tanto una sabia consejera como una
madre dedicada para quienes deciden convertirse en sus devotos.
Se la llama Brigit (grafía arcaica), Brigid, Brid, Brighid,
Bride o Bríg, y su nombre se pronuncia normalmente ‘Brii’, y todas estas formas
de escribir su nombre resultan correctas pues el irlandés ha cambiado a través
de los siglos. Por lo tanto, dependiendo de qué texto consultemos podemos verlo
escrito de una forma o de otra. Su nombre se traduce habitualmente como “la
exaltada”, aunque también se ha dicho que significa “flecha llameante” (Breo
Saighead), surgiendo la pronunciación ‘Brii’ al contraer las dos palabras.
Entre sus títulos se encuentran ‘Brid Ambue‘ (Brigit sin ganado, desposeída),
‘Brighid Binne-Bheule-Ihuchd-nan-trusganan-naine’ (Brigit, la boca melodiosa de
la tribu de los mantos verdes) o Bríg Búadach (la victoriosa).
Su culto estaba situado principalmente en Kildare, que en
gaélico (Cill Dara) significa “iglesia junto al roble”. Su fuego se mantenía
siempre encendido mediante guardias de su llama, llevadas a cabo por 19
sacerdotisas en turnos de 20 días. Brigit misma guardaba su llama durante el
día 20 del ciclo. Estas sacerdotisas no han de ser confundidas con las vírgenes
vestales, pues las mujeres celtas podían practicar todo el sexo que quisieran
(y con quien quisieran, ya que el matrimonio era una simple alianza), si bien
el Templo de la Diosa les estaba vedado a los hombres bajo la pena de recibir
sendas maldiciones que en no pocas ocasiones llevaron a los intrépidos a la
muerte. Según algunas fuentes, la druidesa a cargo de ese Templo también
recibía el nombre de la Divinidad a la que servía, lo cual explicaría la gran
cantidad de funciones y leyendas que se le atribuyeron a la Diosa y luego a la
Santa en la que se convertiría con la llegada del Cristianismo.
Su fiesta principal es Imbolc (1 de febrero en la Wicca, de
acuerdo con el calendario del Hemisferio Norte, que encuentra su equivalente en
el 1 de agosto del Hemisferio Sur), conservándose en Irlanda multitud de
costumbres que se llevaban a cabo en la víspera de esta fecha: desde cantos y
bailes realizados por las pequeñas de la casa a cambio de un poco de leche de
vaca y algunos huevos, la costumbre de que el padre de familia llamara a la
puerta pidiendo que le abrieran la puerta a Brigit, o el hecho de prepararle
una cama para que pasara la noche durante la víspera de su fiesta. Oimelc (otro
forma de designar a Imbolc) significa “leche de oveja” en gaélico, y recibía
ese nombre porque durante esa estación comenzaba la época de lactancia del
ganado. Por ello, Brigit también es la Divinidad del parto y de la lactancia,
de los hijos y la maternidad (como muestra su amor por su vástago Ruadán), y
sus animales sagrados eran, entre otros, las vacas y las ovejas que tan buena
leche daban a las comunidades celtas de aquella época. Los cisnes y las
serpientes también tenían un vínculo con esta Divinidad.
Todas sus costumbres pervivieron con la llegada del Cristianismo
a Irlanda, el cual canonizó a la Diosa y la convirtió en Santa Brígida, y sus
druidesas y sacerdotisas fueron transformadas en religiosas católicas. La
abadía de Kildare se erigió sobre el mismo lugar en el que antaño había estado
la casa del fuego de Brigit y así la Diosa perduró, y bajo el manto de otra fe
siguió siendo la figura religiosa más importante de Irlanda, posiblemente por
encima del mismo San Patricio. Durante más de un milenio su carácter
precristiano pasó completamente desapercibido. Las religiosas del monasterio de
Kildare guardaron fielmente la llama de Santa Brígida (o Brigit) hasta que la
Iglesia Católica reconoció que se trataba de un culto de origen pagano, ya en
la época contemporánea.
Son varias las órdenes que, a día de hoy, mantienen viva
esta llama. Las órdenes Daughters of the Flame y Ord Brighideach se encargan de organizar turnos de guardias
de la llama por todo el mundo, en los cuales participan hasta hombres, pues el
culto a Brigit también se ha modernizado. Incluso las mismas monjas del
monasterio de Kildare volvieron a encenderla pese a la inicial prohibición, y
facilitan la visita de las instalaciones del monasterio a cristianos y paganos
por igual, siendo un ejemplo de unión y entendimiento interreligioso.
Brigit es la patrona de muchas órdenes druidas y también lo
es de nuestro propio Templo. Bajo su guía intentamos aprender a diario, aunque
es una maestra exigente: enseña mediante la disciplina del martillo, igual que
todo buen herrero, y cuando ha conseguido dar forma a su devoto con su fuego lo
sumerge en el consuelo de sus aguas. Es una divinidad que nos habla de la
primera luz de la primavera, del deshielo y de cómo la vida se abre camino a
través del frío invierno: trae esperanza a través de la desesperación, deshiela
los sentimientos y las ideas nuevas, y nos enseña que la luz puede surgir
incluso en la más negra oscuridad. Su camino devocional es difícil porque no es
“todo luz”: ella tiene cáscaras, enseña sus lecciones mediante envoltorios,
experiencias duras que encierran un mensaje más profundo y a veces son
difíciles de entender. Como la poesía, ella puede encerrar en palabras amargas
el más dulce de los mensajes.
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