domingo, 23 de octubre de 2016

¿CÓMO FUNCIONAN LOS SÍMBOLOS?


¿Sabemos realmente cómo funcionan los símbolos?



Un símbolo tiene un significado que podemos aprender, entender y explicar a otras personas. Un ejemplo: el pentáculo. Podemos decir que es un símbolo de protección en brujería, que representa los cuatro elementos más el quinto llamado éter.



Si queremos trabajar con símbolos el primer paso sería analizar toda la bibliografía disponible para poder aprender todo lo que podamos acerca de ese símbolo: su origen, su historia, sus significados, si ha sufrido una evolución a lo largo del tiempo…



La siguiente faceta es la de las emociones que despierta el símbolo cuando lo contemplamos. Si ya conocemos el significado del símbolo este hecho puede afectar a lo que emocionalmente sintamos al contemplarlo. 


Hay símbolos de los que desconocemos su parte “intelectual”, y pueden provocar ciertos estados emocionales en nosotros. Por ejemplo un mandala, podemos sentir paz y equilibrio observando sus colores y su composición aunque desconozcamos lo que nos quiso transmitir su creador.



Si queremos trabajar con símbolos sería analizar los cambios emocionales que nos provoca: ¿nos despierta algún recelo? ¿Nos aporta paz? Debemos alinear estas emociones con el trabajo ritual que queramos alcanzar, pues si nuestro objetivo es hacer un amuleto de protección pero estamos grabando en él un pentáculo, y en el fondo no nos sentimos del todo a gusto con él porque una parte de nosotros se siente incómoda, no conseguiremos el efecto deseado.



La tercera faceta de los símbolos requiere un acto de fe: es la confianza en el poder del propio símbolo. Y es que hay que entender, que un símbolo funciona independientemente de que creamos en él o no. Obviamente si nuestra parte intelectual (entendemos su significado) y nuestra parte emocional (los sentimientos que despierta en nosotros) se alinean conjuntamente con el poder del propio símbolo sus efectos serán mucho más fuertes. Este poder del propio símbolo nace de toda la carga energética que ha ido acumulando a lo largo del paso del tiempo. Miles y miles de personas lo han dibujado o contemplado y proyectado hacia él sus anhelos, esperanzas, miedos, ira… Toda esta carga energética se va acumulando, de forma que acaba proporcionando una entidad propia al símbolo, carga que en este plano la percibimos de forma muy sutil, pero que en otros planos sí se puede percibir de forma abrumadora.



Por tanto, cuanto más antiguo y más utilizado sea el símbolo más carga tendrá, y mejor servicio prestará a quien desee usarlo. Si al utilizar un símbolo somos capaces de conectar con esta carga histórica, si somos capaces de integrar las tres facetas, habremos encontrado en la simbología un aliado muy poderoso para nuestros trabajos rituales.

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