martes, 7 de febrero de 2017

¿Por qué es el 7 un número mágico?




Desde la antigüedad, este dígito encerró un halo de misterio. Para Pitágoras era “el número perfecto”, Alighieri lo usaba en sus obras y la Biblia lo menciona con frecuencia. ¿Qué secreto oculta? De las siete maravillas a los siete pecados capitales, las claves de una cifra que tiene poder en sí misma.



El 7 es considerado un número mágico porque se compone del sagrado número 3 y del terrenal número 4 estableciendo, así, un puente entre el cielo y la tierra. Si asociamos el número 14 a la tierra con sus cuatro elementos y sus cuatro puntos cardinales, con el sagrado número 3 que simboliza la perfección, llegamos al número 7, que representa la totalidad del universo en movimiento.



Su simbología se obtuvo, probablemente, a partir del cielo, donde los siete planetas clásicos forman un todo: el septenario. El Sol, la Luna y los planetas visibles: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. La inmensa mayoría de símbolos de siete elementos en el mundo entero derivan de este modelo celeste de las siete esferas.



Hay, además, una gran concordancia entre el número 7 y el 12: como 3 y 4 suman 7, tres veces 4 hacen 12, que son los planetas y los signos derivados de la misma raíz y participan con el 3 por la divinidad y con el 4 de la naturaleza de lo inferior.



Vamos a encontrar tantas relaciones y aplicaciones del septenario (el nombre que se le da a los siete planetas clásicos en Astrología y, por extensión, a todo aquello que consta de siete elementos) que sería difícil enumerarlas todas. Veamos algunas: el número 7 está presente en la semana compuesta por siete días y en las fases lunares que duran siete días cada una y, a través de las cuales, surge el mes.



A la simbología del 7 pertenecen, por supuesto, los grupos de los siete elementos como los siete mares del mundo, las botas de las siete leguas y los siete enanitos.



En la Edad Media se conocían siete formas de arte y, desde el inicio de la humanidad, conocemos los siete milagros del mundo. Las siete columnas sobre las que se edificó Roma pertenecen al mismo tipo de simbología que las siete columnas sobre las que se construyó el Templo de la sabiduría de Salomón: en la casa de Dios sobre la tierra se unen el tres divino con el cuatro terrenal.



La Lira, el instrumento sagrado de Apolo, consta de siete cuerdas que originaban los tonos de los siete planetas, los cuales elevaban el espíritu del hombre. Los siete colores del arco iris también nos muestran al septenario como regulador de vibraciones.



De acuerdo a Cornelio Agrippa, los siete ángeles que asisten ante la faz de Dios son:



-Para el Sol, el ángel de la Luz, Miguel.



-Para la Luna, el ángel de las aspiraciones y de los sueños, Gabriel.



-Para Mercurio, el ángel civilizador, Rafael.



-Para Venus: el ángel del amor, Anael.



-Para Marte, ángel exterminador, Samahel.



-Para Júpiter, el ángel dominador, Zadkiel.



-Para Saturno, el ángel de la solicitud, Zaphkiel.



Los pecados (o vicios capitales) también se pueden asociar con el septenario: la soberbia al Sol, la avaricia a Saturno, lujuria a Venus, la ira Marte, la gula Júpiter, la envidia a Mercurio, la pereza a la Luna. Como contrapartida, sucede lo mismo con las siete virtudes cardinales.



La dualidad del número siete aparece reflejada en la expresión bíblica “siete años de vacas flacas y siete años de vacas gordas”. Además, el 7 es frecuentemente empleado en la Biblia: en el candelabro de siete brazos, los siete espíritus reposando sobre la vara de José, los siete cielos donde habitan las órdenes angélicas y Salomón que construye el templo en siete años.



El número 7, por la transformación que inaugura, posee en sí mismo un poder: es un número mágico.

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