¿Sabemos realmente cómo funcionan los símbolos?
Un símbolo tiene un significado que podemos aprender,
entender y explicar a otras personas. Un ejemplo: el pentáculo. Podemos decir
que es un símbolo de protección en brujería, que representa los cuatro
elementos más el quinto llamado éter.
Si queremos trabajar con símbolos el primer paso sería
analizar toda la bibliografía disponible para poder aprender todo lo que
podamos acerca de ese símbolo: su origen, su historia, sus significados, si ha
sufrido una evolución a lo largo del tiempo…
La siguiente faceta es la de las emociones que despierta el
símbolo cuando lo contemplamos. Si ya conocemos el significado del símbolo este
hecho puede afectar a lo que emocionalmente sintamos al contemplarlo.
Hay símbolos de los que desconocemos su parte “intelectual”,
y pueden provocar ciertos estados emocionales en nosotros. Por ejemplo un
mandala, podemos sentir paz y equilibrio observando sus colores y su
composición aunque desconozcamos lo que nos quiso transmitir su creador.
Si queremos trabajar con símbolos sería analizar los cambios
emocionales que nos provoca: ¿nos despierta algún recelo? ¿Nos aporta paz?
Debemos alinear estas emociones con el trabajo ritual que queramos alcanzar,
pues si nuestro objetivo es hacer un amuleto de protección pero estamos
grabando en él un pentáculo, y en el fondo no nos sentimos del todo a gusto con
él porque una parte de nosotros se siente incómoda, no conseguiremos el efecto
deseado.
La tercera faceta de los símbolos requiere un acto de fe: es
la confianza en el poder del propio símbolo. Y es que hay que entender, que un
símbolo funciona independientemente de que creamos en él o no. Obviamente si
nuestra parte intelectual (entendemos su significado) y nuestra parte emocional
(los sentimientos que despierta en nosotros) se alinean conjuntamente con el
poder del propio símbolo sus efectos serán mucho más fuertes. Este poder del
propio símbolo nace de toda la carga energética que ha ido acumulando a lo
largo del paso del tiempo. Miles y miles de personas lo han dibujado o
contemplado y proyectado hacia él sus anhelos, esperanzas, miedos, ira… Toda
esta carga energética se va acumulando, de forma que acaba proporcionando una
entidad propia al símbolo, carga que en este plano la percibimos de forma muy
sutil, pero que en otros planos sí se puede percibir de forma abrumadora.
Por tanto, cuanto más antiguo y más utilizado sea el símbolo
más carga tendrá, y mejor servicio prestará a quien desee usarlo. Si al utilizar
un símbolo somos capaces de conectar con esta carga histórica, si somos capaces
de integrar las tres facetas, habremos encontrado en la simbología un aliado
muy poderoso para nuestros trabajos rituales.
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